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jueves, 18 de abril de 2013

Nuestra banca. Nuestro parque

Ayer, sin querer al salir de la oficina, caminé por el parque de siempre, cuantos susurros ha escuchado de nuestros labios!. Caminando a paso lento, llegué hasta la banca de siempre, la hice tuya y mia desde nuestro primer encuentro, me senté y sin querer comencé a llorar, la razón? ni yo la se, sentí de repente, una espantosa opresión en el pecho, de ese tipo que muchas veces ahoga y la única alternativa que se tiene es derramando  lágrimas, éstas sin yo quererlo, comenzaron a resbalar por mis mejillas a raudales, necesitaba fervientemente que estuvieras ahí, para que me abrazaras muy fuerte, sentir tu calor, tu cuerpo, tu olor, ese olor tan tuyo, que simple y llanamente me fascina, me quede un buen rato inmóvil, observando todo y a todos a mi alrededor, sin poder evitarlo sentí pena por mi, pena de no ser capaz de luchar contra esos fantasmas, que aunque mis heridas están totalmente sanadas aun persisten temores, son de esos que dejaron huellas profundas en mi alma, ya perdoné o justifiqué lo que debía, por lo tanto, estoy en paz, no hay rencores, no hay odios, no hay nada mas que el deseo de seguir mi camino de ahora en adelante junto a ti, no quiero decir o pensar; "hasta que seamos viejitos!", solo hasta que nuestros destinos permitan esta unión.
Después de un buen rato de reflexión y ver al gentío sin verlo en realidad, se me fue pasando esa angustia que no me dejaba tranquila, poco a poco me incorporé y reanudé el camino de regreso a casa; junto a mis hijos.

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